LOS TELETUBBIES, SICARIOS DE UNICEF

LOS TELETUBBIES, SICARIOS DE UNICEF
¿Os habéis preguntado el porqué de la musicalidad enferma de los rectos de nuestros hijos? ¿O los absurdos comportamientos con los que nos humillan en público? ¿Creéis acaso que su negativa a tener un entrecejo unido (imitando así a Nuestra Santa y Bellísima Virgen) es producto de mentes de impúberes, apenas neonatos? Pensáis que incluso cuando se frotan sus pubis en columnas, esquinas, bordes de inodoros o incluso en paquetes de desconocidos, lo hacen por degeneración espontánea ¡no! son víctimas de una amenaza fatal contra la Santa Infancia encarnada en la pandemia televisiva que son los Teletubis, entullecedores de la candidez y enzalamadores de los invertidos. Luci-fuego con su particular taimería y piorrea ha incrustado con gran sevicia en las ilusiones de nuestros retoños la exaltación del librepensamiento y el ateismo en esta filibustera serie. Desde primeras horas de la mañana, para así coger desprevenidos a los somnolientos espectadores, se proyecta esta fatal engañiza que obliga a nuestros pequeñuelos a desarrollar el dengue, la disentería y una afición desmedida a olfatear los ombligos de sus convecinos.
En este infame folletín cuatro orondas bestias con una histriónica sonrisa residen en un mausoleo rebosante de ruina, podredumbre y oscuros cultos a deidades con formas de cabras o mingitorios, donde tales aberrantes personajes policromos con rabia filipina se masturban rebozándose en sudor y heces líquidas que manan de sus anos y de las paredes de esta gran sinagoga hasta que animados por su odio al Espíritu Santo, salen a trompicones y atropellándose de ese paganísimo túmulo conectado directamente con las calderas de Pedro Botero dejando en ese sepulcro de putrefacción a una aspiradora que con su capacidad de absorción hace gala de especial habilidad en la felación lanzando loas al maquinismo y a la hebraica electricidad. Al recorrer lujuriosos por su vomitivo vergel, rodeados de conejos emuladores por sus contoneos y asperezas con las cochambrosas vulvas vivientes, se ven cercados por erectos, duros, fibrosos y húmedos teléfonos de ducha eternamente manantes de rapiña y fetidez que como tótems se alzan a modo de gruesos penes para que los cuatros engendros les rindan salivar culto como hacen con un niño enmascarado como un sol al que obedecen sus más sutiles caprichos prefiriendo a este auténtico Helios que a Dios-el-Cristo-es-uno-y-trino. ¡Cómo no aspaventarse ante los símbolos que a estos peleles les nacen de sus cabezas! Un pene, una vagina, un rayo (símbolo de politeismos y comportamientos inadecuados) y un triángulo malva (diáfana referencia a la hombre-sexualidad) llevado por el sumo sacerdote de la transexualidad que es el reptil denominado Lala, que portando un bolso lleno de preservativos, tampones chorreantes y bragas usadas de cuarta mano oferta generoso su recto a todo ser animado que puebla esa nueva Sodoma e induce a nuestros querubines a insuflarse maquillaje, gozar del travestismo o a rasurar los genitales de sus abuelos impedidos al verse inducidos a ello por los horrendos documentales que brotan de los pechos de estas bestias del averno al frotarse imitando las ansias alimenticias de cualquier cínico griego haciendo surgir un tenebroso arcoiris con peripecias filmadas como “La fiesta de los excrementos”, “El arte de maniatar” o “Alégrate jugando con electricidad y agua” que obliga a nuestros angelitos a contabilizar con sus lenguas las venas de las vergas de sus condiscípulos o realizar concursos de quien tiene el clítoris más elástico o meloso. ¡ Más os valdría romper el televisor en el cráneo de vuestros hijos si los sorprendéis solazándose con este programa, pueda que le quebrarais varios huesos o le dejéis lelo, pero su alma estará nívea y dichosa! ¡rezad más, hasta con los pies!


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