EL GAS NATURAL, CATACUMBA DEL MAL

EL GAS NATURAL
Más de una vez la persona humana ha jugado a ser Nuestro Señor al intentar crear formas de energía sospechosamente definitivas y que suponían un desafío a los designios del Altísimo, algo que provoca asma y brucelosis al Santo Padre.
Entre otros más antiguos, comenzaron por el vapor de agua aplicado a mecanismos de mecánica sionista (ollas a presión, locomotoras, planchas, consoladores…), percatándose que eso suponía burlarse e hilararse del Santo Sacramento del Bautismo que utiliza el sagrado líquido elemento para librarnos del Pecado Original, de la caspa post-partum y del nefando vicio ¡Intenten aplicar vapor acuoso a un recién nacido en la cocorota, ya verán como se ríe! ¿Por qué no emplean vino o cerveza en vez de agua para sus maléficos planes de dominio mundial? porque como sabemos la fermentación de las bebidas alcohólicas (también llamadas espirituosas por la influencia de malignos espíritus) sólo se alcanza gracias al vertido en cubas de pestíferas fajas usadas, egregia porquería intrauñal o entre las dedas de los pies, páginas del Talmud, pensamientos de madres solterísimas y el ingrediente definitivo: orina de Belcebú, que él mismo deposita mientras los artesanos ven la televisión o se masturban ante In-ternet. No podríamos olvidar otras miserias similares cómo la electricidad (ya glosada en otros boletines), la energía solar (¡qué paganismo tan sutil volver a adorar a Helios!), el petróleo (que proviene de países de musulmanes, herejes o imbéciles- v.g. los estados podridos de américa) o el carbón (en cuyos pozos Stalin antaño y Emilio Aragón hoy día se reunían con el Malísimo). Pero como las desgracias nunca vienen solas, de un tiempo a esta parte se ha introducido la pestilencia más grande en el hogar cristiano: el gas natural; esta formidable blasfemia emana del subsuelo y de ahí solo vienen cosas perniciosas (alcantarillas, bodegas, cebos para pesca, familiares plomizos, televisión por cable, etc.) que penetran en nuestras fosas nasales como embriagadores falos que nos drogan (nunca prueben a mezclar almizcle y butano, el resultado es brutal!) y cuya inhalación es sencillísima ya que al ser invisible no tenemos posibilidad de defensa por muchos mecheros que trágicamente encendemos a ver si hay suerte (no se ve, ergo es demoníaco) provocando explosiones, quemas de Iglesias y motines fomentados por audaces fontaneros y marxistas empleados de banca. No siempre supone desgracias físicas terribles sino también morales ya que el tristemente célebre calentador de gas hace más sencilla la fatal ducha diaria desnuda así como supone una nueva dimensión a la utilización del budista bidé, sin olvidar que al ser basa imprescindible de la calefacción central induce a los poseedores de tal locura a pasearse desnudos por su domicilio haciendo caso omiso a hijos, visitas y lo que es más terrible a mascotas y estampas de la Virgen. ¡No quieren pasar frío como canutas las pasó nuestro señor en el Gólgota! ¡Cómprense un fogón o brasero!, con un poco de suerte se adormecen, caen sobre las brasas e imitan a San Lorenzo, ¡Acaso algún santo murió gaseado! Incluso se ha llegado a la perfección al sustituir la lujuriosa bombona, con formas de Venus de la fertilidad o de actual folclórica, por la instalación subterránea de gasoductos que nacen de las múltiples asociaciones de viudas y de diabéticos, ad latera del nudismo, existentes en cada urbe, que como una maraña capciosa se expande por los domicilios, utilizando tuberías, como recordatorio primero a la ama de casa de la erección perdida de su amo y esposo- lo que causa frecuentes trifulcas y adicción al chocolate- y segundo, como caballo de troya al cerebro de todo este demencial plan: Georgie Dann, que tras su sardónica sonrisa y animador de verbenas, se vale de esos grifos de la discordia para martillearnos con sus viciosas cancioncillas (v.g. El Africano: “… Mami que será lo que tiene el negro, una verga grande que mete miedo).Lamentable.

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